Los nuevos misterios del
Rosario
Los «luminosos», de la vida pública de Jesús, se rezarán el jueves
CIUDAD DEL VATICANO, 16 octubre
2002 (ZENIT.org).- Sin duda la
novedad que más eco ha provocado la carta apostólica de Juan Pablo
II
«Rosarium Virginis Mariae» («El Rosario de la Virgen María»)
publicada este miércoles ha sido su propuesta de incluir cinco
nuevos misterios a esta oración.
El Papa, al explicar esta decisión en el documento, define el
Rosario como un «compendio del Evangelio» (n. 18) orientado «a la
contemplación del rostro de Cristo» con los ojos de María a través
de la repetición del «avemaría».
Ahora bien, constata, en los quince misterios del Rosario (cada día
se contemplan cinco misterios rezando en cada uno diez avemarías)
faltaban hasta ahora momentos decisivos de la vida de Cristo.
Por este motivo, en el número 19 considera, considera «oportuna una
incorporación que, si bien se deja a la libre consideración de los
individuos y de la comunidad, les permita contemplar también los
misterios de la vida pública de Cristo desde el Bautismo a la
Pasión».
Explica que los llama «misterios de la luz» (los otros eran
«misterios de dolor», «misterios de gozo», y «misterios de gloria»),
pues en su vida pública Cristo se manifiesta como «misterio de luz»:
«Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo» (Juan 9, 5).
En el número 21 del nuevo documento, Juan Pablo II presenta el
enunciado de cada uno de los cinco «misterios luminosos» sobre la
vida pública de Jesús:
1. El Bautismo en el Jordán;
2. La autorrevelación de Jesús en las bodas de Canaá;
3. El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión;
4. La Transfiguración;
5. La institución de la Eucaristía.
En el número 21, la carta apostólcia explica después el misterio que
contempla el cristiano en cada uno de estos pasajes de la vida
pública de Jesús.
«Misterio de luz es ante todo el Bautismo en el Jordán --constata--.
En él, mientras Cristo, como inocente que se hace 'pecado' por
nosotros (cf. 2 Co 5, 21), entra en el agua del río, el cielo se
abre y la voz del Padre lo proclama Hijo predilecto (cf. Mt 3, 17
par.), y el Espíritu desciende sobre Él para investirlo de la misión
que le espera».
«Misterio de luz --añade la carta-- es el comienzo de los signos en
Caná (cf. Jn 2, 1-12), cuando Cristo, transformando el agua en vino,
abre el corazón de los discípulos a la fe gracias a la intervención
de María, la primera creyente».
«Misterio de luz es la predicación con la cual Jesús anuncia la
llegada del Reino de Dios e invita a la conversión (cf. Mc 1, 15),
perdonando los pecados de quien se acerca a Él con humilde fe (cf.
Mc 2. 3-13; Lc 47-48), iniciando así el ministerio de misericordia
que Él continuará ejerciendo hasta el fin del mundo, especialmente a
través del sacramento de la Reconciliación confiado a la Iglesia»,
sigue aclarando.
«Misterio de luz por excelencia es la Transfiguración --subraya al
explicar el cuarto misterio añadido--, que según la tradición tuvo
lugar en el Monte Tabor. La gloria de la Divinidad resplandece en el
rostro de Cristo, mientras el Padre lo acredita ante los apóstoles
extasiados para que lo "escuchen"».
«Misterio de luz es, por fin, la institución de la Eucaristía, en la
cual Cristo se hace alimento con su Cuerpo y su Sangre bajo las
especies del pan y del vino, dando testimonio de su amor por la
humanidad "hasta el extremo" (Jn13, 1) y por cuya salvación se
ofrecerá en sacrificio».
En el número 38, el Papa sugiere --respetando la libertad del
creyente en este campo-- que los «misterios luminosos» sean
contemplados el jueves. Propone, entonces, que el lunes y el sábado
los cristianos recen a partir de ahora los «misterios gozosos»; el
martes y el viernes los «dolorosos»; el miércoles, y el domingo los
«gloriosos».
ZS02101608
Carta Apostólica
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