Después de tratar de ponerles en situación desde un
punto de vista externo, mi familia, sus viajes y separación, mi situación
como adolescente frente a las drogas, la "enfermedad en miembros de mi
casa" y aquellas cosas que pueden situar al lector en una perspectiva del
entorno y la situación que acompañaron a mi desarrollo y vivencias,
procederé a relatar mis interioridades. Contaré lo que sucedía en mi mente
por esta época. Mi vida se desarrollaba no sólo en lo que pasaba en mi
exterior, pues hubo muchos sueños que consideré como parte importante del
camino. Sueños y visiones a los que otorgué gran relevancia y
trascendencia, dejando que condicionaran mi caminar. Dormir y soñar era
tan importante para mí como vivir y estar despierto. No todos los sueños
tenían un valor trascendental ni vivencial, pero sí lo tuvieron una gran
cantidad de ellos. Aquí relataré algunos de ellos.
En mi madre conocí a una mujer que ama profundamente a
Cristo (desde su propia ortodoxia, en pocas cosas similares a la ortodoxia
tradicional católica), su gran amor al pueblo judío y a Cristo. En los
"hermanos", nombre con el que se solían llamar entre sí los miembros de la
secta, también conocí una comunidad llena de gran amor y búsqueda de la
verdad, más no fue así en sus lideres, o pastores, como se suelen llamar
entre ellos. Encontré una familia que me cobijó, me ungió como su pastor y
a la vez se regocijaban en la poca luz que les podía dar. De mis
experiencias religiosas hay muchas cosas que podría contar: desde sueños,
visiones y convicciones profundas hasta un deseo de hacer que la gente
entendiese esa locura tan curiosa en la que me había sumergido al ver el
Día del Señor.
Me dediqué a leer mucho la Palabra de Dios, en sus
distintas traducciones, desde la Biblia de Jerusalén, la
Nácar-Colunga, la Reina Valera, y otras versiones en inglés
como la King James o la Scotfield, y siempre tratando de
cotejar una y otra traducción para descubrir la verdad. En un principio la
Biblia fue para mí una especie de libro mágico, lleno de números y cábalas
con misterios ocultos. Esto fue cuando tenía unos 16 o 17 años. Empecé
leyendo el Apocalipsis y a los profetas. El Apocalipsis de san Juan era un
libro lleno de magia, sobretodo empezando por esas palabras en que dan una
bienaventuranza a aquellos que lo lean. Al principio tenía mucho miedo de
las cosas que leía y no entendía. Traté de descubrir varias veces su
significado, pero siempre ha sido un gran misterio. Recuerdo también haber
leído los Evangelios y haber sido impactado por varias de sus palabras.
Las dos palabras que me impactaron más fueron la del servicio y
cómo en el reino de Dios los criados y los que servían tenían un mayor
rango. También las de la confianza en Yahvé Yiréh, o el Dios
proveedor, aquel para quien valemos mucho más que los pajarillos del
campo, que no siembran, ni ciegan, ni recogen. Aquel en quien debe primar
nuestra confianza, el amor que Él tiene para nosotros cubriendo nuestras
necesidades materiales.
Recuerdo que en casa solía ser un déspota con mis
hermanos, y que entre mis amigos me gustaba abusar de los que eran más
débiles que yo (aunque siempre había otros que abusaban de mí). Cuando
empecé a poner en practica la filosofía del servicio en aquellos
que no esperaban que les sirviese, para mi desgracia descubrí que en vez
de ser ensalzado era humillado y perdía mi lugar. Los que andaban conmigo,
aunque no me conocían realmente, al ver que yo me prestaba a servir
ayudándoles con mi dinero, o dejándoles que tomasen mis cosas sin oponer
resistencia, y arrimando el hombro para ayudarles en sus tareas, pensaban
que estaba loco. Les di pié para abusar de mí. Esto sucedió con el último
grupo de amigos, los cuales eran como enemigos, pero a los cuales había
que pagar bien por mal. En vez de ensalzarme, la vocación de servicio me
humillaba. Hacía las cosas que decía Jesús: Él decía que el mayor era el
que más servía, y yo traté de servir. Quizás esa fue una de las vivencias
más difíciles en mi vida: era horrible ser un servidor voluntario por
serlo. Sin embargo, he descubierto en el transcurso de mi vida que es aún
más horrible ser un servidor sin vocación y tener que servir porque no té
queda otro remedio.
Otra fuerza que me compelía, y era la necesidad de
hablar de Dios. Esa necesidad fue creada al leer un profeta mayor de la
Biblia. Leí que Dios me había puesto como vigía en una torre y que era mi
obligación dar a conocer La Salvación y La Profecía. Esa fuerza fue
aún mayor, pues me compelía a hablar por considerarme un testigo del
Dios vivo, y alguien a quién sería demandada la sangre de los que
erraran si no se les advertía. Esta doctrina, por cierto, la usaban las
sectas para obligar la captación de adeptos por parte de sus feligreses,
función que era muy relevante dentro de ellas. Recuerdo que esta
compulsión nació de la Palabra que leí y de un par de visiones y sueños
que tuve. Hago notar que los sueños y visiones que he tenido no los relato
para que piensen que soy mejor que los demás, quizás todo lo contrario,
pues debido a la ingestión masiva de alucinógenos mi mente quedó tan
aturdida que Dios no encontró otro canal para darme a conocer sus
designios, designios que a la gente con una cabeza no loca ni enferma da a
conocer en una forma menos dramática y más convencional.
Recuerdo una visión, un día en casa habiendo dejado ya
las drogas y la vida de un desesperado correr sin alcanzar, estando echado
en cama, a una hora no muy tarde, cuando mi familia estaba aun reunida en
el salón de la planta baja, entré en un estado como inerte, en el que mis
emociones se congelaron por completo mientras observaba una visión, no con
los ojos de mi cuerpo, pues estos estaban cerrados, con mi cabeza echada a
un lado en la almohada, mientras aparecían a los pies de mi cama dos como
ángeles, que a su vez eran como pilares invisibles cuya presencia
sentí. Digo que mis emociones estaban congeladas, pues al ver esto no
grité ni huí despavorido: estaba pasmado, en el sentido más genuino de la
palabra pasmo. Estos dos seres eran los precursores de alguien que
apareció después. Este ser que era como un torrente de agua y que hacía
vibrar todo con gran fuerza, una fuerza inenarrable como la de mil ríos en
un torrente lleno de energía, y era, a la vez, un mar de inmensa paz. Era
temible, pero no pude sentir el miedo ni el asombro, pues mis emociones
estaban estáticas. Yo creo que era el Señor Jesús el que me visitó. Por el
lado derecho de mi cama se acercó lentamente a mí y se sentó. Suavemente
tocó mi cabeza con su mano y me habló al oído en secreto. Sin embargo, no
recuerdo lo que me dijo. Creo entender el contexto de lo que hizo y lo que
significaría, y significa aún en mi vida. Después del encuentro me hallé
en mi cama lúcido y despierto, sin temor y con asombro, atónito de lo que
había sucedido. No recuerdo haberlo comentado en casa en ese momento.
Recuerdo otro sueño, un sueño terrible y espantoso, y
la sensación al despertar. Nunca en la vida había despertado así de un
sueño y comprendí las palabras del profeta: El Día del Señor, un día de
espanto, un día temible. Hoy lo entiendo como aquel día en que nos
hacemos conscientes de la eternidad y de la resurrección, el día que el
Señor despierta en nuestro corazón, revelándosenos en sí mismo, estando
junto a Él. Es algo así como si la vida fuese un sueño profundo:
despertamos soñando y somos conscientes de que esta vida es como un
sueño, y que la realidad que vamos a ser cuando Él se manifieste, cuando
le veamos cara a cara, tal cual es, nos hará ver también lo que
somos. A partir de este sueño nació en mí esa conciencia, ese saber
quiénes éramos y a dónde íbamos, ese despertar en vida de este sueño que
es el vivir terreno, que es sombra, un espejismo de lo que realmente
seremos. Hoy en día aún me asombro, y he de confesar que el tener esta
locura, o como se llame, este estado alterado de conciencia, es un
impedimento para tener aquello que los psicólogos llaman una vida normal.
Por aquel entonces me resultaba azaroso saber que me encontraba siempre en
la presencia del Señor: tenía la conciencia de que cuando pecaba lo hacía
ante Él y una multitud de testigos que siempre me observaba. Esto me
angustiaba. Pasé de considerar el pecado como algo oculto, sin conciencia
de ser observado, a la idea de ser vigilado. Ahora considero que pecar es
un acto más consciente y que cuando peco lo hago frente a un Dios
misericordioso que quiere mi felicidad, no mi extravío. Pecar es un acto
voluntario, mas, curiosamente, en algunos casos me parece inevitable,
viendo la tremenda limitación de nuestra carne para alcanzar el cielo, tan
incongruente a su vez con nuestra realidad espiritual, algo dañino para
nosotros mismos. Esto me ha hecho llegar a la conclusión de que delante
del Señor somos como niños pequeños, aún protegidos por su inmensa gracia
y amor, pero pecadores y con necesidad de un salvador y de la misericordia
divina. El Día del Señor, es también un día de gozo inmenso. Pero
esto lo he descubierto recientemente en el seno de la Iglesia Católica.
Hubo también sueños proféticos, y uno de ellos lo
guardo con gran regocijo: creo haber asistido a algo así como su
cumplimiento posterior. Recuerdo que por esas épocas, a los 16 o 17
años, soñé lo que más tarde sería mi regreso a la Iglesia Católica.
Sin embargo, por aquel entonces no lo consideré así, pensé que era un
sueño que me instruía sobre unas palabras maravillosamente mágicas. En
este sueño me encontraba en mi antigua escuela primaria por la noche, en
la segunda planta del Simón Bolívar del Pedregal de San Ángel en México
D.F., cuando mirando al cielo vi tres planetas, mas no en la distancia
como si fuesen estrellas brillantes, sino como si los viese por un
telescopio muy poderoso. Eran tres planetas grandes y de colores
distintos, los cuales formaban un triángulo muy estrecho. Mientras
observaba esto, de mi boca salían las siguientes palabras: "Bendito el que
viene en el nombre del Señor", y a su vez procedente de estos salían dos
haces de luz blanca y aguda, como el haz de un láser, a mi diestra y
siniestra. De este sueño no entendí más que las palabras, que sabía que
eran aquellas palabras que Jesús había dicho a los Judíos profetizándoles
que le conocerían sólo el día en que ellos pronunciasen estas palabras
mágicas. Más adelante contaré cómo este sueño creo haberlo visto hecho
realidad. Recuerdo otro suelo donde vi lo que luego interpreté como mi
incursión en la cúpula de algunas iglesias evangélicas sectarias, de donde
salió el que fue presidente de Guatemala, Jorge Elías Serrano.
Guardo memoria intacta de mi obsesión con la "magia" de
la Palabra de Dios, mi insistencia sobre un amigo muy querido, Harold
Santacruz, que tenía cáncer, de pronunciar ciertas palabras en forma de
conjuro. Estábamos en su casa y decidí hablarle lo que me había enseñado
mi madre a decir: "La sangre de Cristo me cubre". El significado de estas
palabras, según el ritual de Moisés, sería que la expiación era conseguida
a través del derramamiento de sangre en el sacrificio y el posterior
esparcimiento de la misma sobre los fieles, que eran expiados de su
pecado, siendo este rito culminado en el sacrificio perpetuo de Cristo en
la Cruz, y siendo su sangre el precio en pago por la redención de nuestros
pecados. Sé que para nuestra mente occidental es difícil de entender el
significado de estas palabras y del rito en su sentido expiatorio, como
nos es difícil entender a las naciones árabes, hoy en día, cuando toman
rehenes a cambio de ciertas concesiones. Sin embargo, en la cultura hebrea
este rito tenía un significado claro, que misteriosamente no fue visto por
ellos en el sacrificio del Cordero de Dios. Recuerdo mi insistencia a
Harold para que dijese estas palabras, que carecían de significado quizás,
más que después de tanto insistir pronunció con un ronco grito que culminó
con la repentina salida del sol en un día en que había estado lloviendo al
estilo México D.F. Harold, asombrado de la coordinación de su grito con la
espontánea salida del sol, se llenó de admiración y asomó repetidamente su
cabeza por la ventana para comprobar que lo que veía era cierto. Ambos nos
asombramos, y en mí creció la divinización de la Palabra de Dios en la
Biblia.
Otra visión: me encontraba en casa con éste amigo,
Harlod, después de haber ingerido una sobredosis de Artane, 50 mg
aproximadamente (un medicamento que se recetaba conjuntamente con
antidepresivos o haldol para aliviar los efectos secundarios) y unos
cuantos cigarros de marihuana (no recuerdo si LSD). En esa época me
gustaba tomar muchas pastillas que alteraban la percepción de mis sentidos
y mi estado de conciencia, cosa que solía hacer hasta el día de Oaxaca en
el ´81. No todas las visiones y sueños fueron producto inmediato de estas
intoxicaciones, pero no niego que las drogas, en cierta época de mi vida,
fuesen parte de un ritual pseudorreligioso para ver los misterios del
mundo espiritual. También me gustaría hacer notar que no todas las
alucinaciones producto de la ingestión de estas sustancias tenían un cariz
religioso, y que la mayor parte de las veces producían paranoia, y
paranoia terrible. No recomiendo la ingestión de drogas para conocer a
Dios, y sin decir que soy una persona dotada con dones espirituales,
afirmo que en algunas ocasiones vi ciertas cosas que en mi opinión fueron
producto de la misericordia de Dios y no el producto de las drogas. Sin
embargo, soy consciente que desde un punto de vista clínico todas estas
alucinaciones son consecuencia de un estado alterado de conciencia
producido por la ingestión de sustancias psicotrópicas y alucinógenas, y
que no deberían considerarse de trascendencia alguna en la índole
espiritual, aunque para el sujeto en cuestión, yo, han tenido un valor
trascendental.
Continuo con mi visión. Vi a tres seres que eran como
hombres, que vestían de negro con ropa ajustada y que tenían, algunos,
adornos rómbicos rojos en los pectorales de sus camisas. Estos seres
estaban en mi habitación y me observaban. Yo me llené de terror al verles
andar por el techo de mi habitación y también al ver a los otros que
observaban desde fuera de casa por la ventana de la segunda planta, y de
cuyas rodillas a los pies no se podía enfocar ni ver nada. Eran como seres
que flotaban en el espacio. De pronto y sin advertencia alguna apareció un
ángel en medio de nosotros. Yo creo que era un ángel por su vestimenta. No
tenía alas, su tez era clara y su pelo un poco largo y liso. Vestía una
túnica como color perla que parecía ser de tela muy fina y delgada. La
túnica le llegaba a media pantorrilla y las mangas arriba de las muñecas.
Éste se arrodilló sobre una de sus rodillas y con sus manos en el rostro
se acurrucó sobre de sí mismo, con su codo en su rodilla, como si pidiese
a Dios algo con mucha insistencia. Después de esto se levantó y con una
como lente de contacto de unos 5 centímetros en su mano se aproximó a mí,
y la acercó hacia a la altura de mi ojo. En ese momento dejé de verle a él
y a los otros. Interpreto ahora esa visión como la ceguera de la fe que se
daría en mí, cosa que sucedió unos años después de mi incursión por las
sectas, donde casi perdí la fe en el Cristo que predica la Iglesia y en
sus Sacramentos.
Al lado de este sueño o visión, hubo otro que mencioné
anteriormente y que no he relatado: el sueño de la incursión en las sectas
protestantes. Este sueño lo tuve 2 o 3 años antes de entrar en las sectas.
Respecto a los sueños, siempre les he tenido en cuenta por eso que se dice
en el libro de Job: "Dios habla a los hombres a través de sueños". Sé que
hay muchos sueños que carecen de substancia alguna, sin embargo me gusta
observarlos, no fuera que Dios me quiera ayudar con alguna advertencia, o
sólo con el detalle de anunciarme el porvenir con el fin de hacerme sentir
confiado en su mano poderosa, sabiendo que aun los cabellos de nuestra
cabeza están todos y cada uno de ellos contados. En este sueño me
encontraba entre una gran multitud de gentes, serían miles. Estábamos
todos en un descampado y había algún que otro árbol pequeño entre
nosotros. La gente esperaba ansiosa a oír lo que alguien entre ellos
hablaría. Todos miraban a un edificio como prefabricado y muy simple que
se hallaba asentado sobre unos pilares desnudos y que estaba a unos
cuantos metros sobre el suelo llano. La nave en cuestión tendría cabida
para unas 500 personas. Yo me encontraba en un estado de indignación y
lleno del celo del Señor (llamo el celo del Señor a una indignación
que te consume cuando ves que alguien usa el nombre de Dios en vano y que
engaña escudándose en Él; es como ver la injusticia y llenarse de cólera
contra el opresor). Yo caminaba airado, y detrás me seguía mi madre y
alguno de mis hermanos. Me dirigí a la entrada de la parte trasera de este
edificio, la cual tenía una escalera muy sencilla, pero que custodiaban
unos guardias invisibles, que me abrieron el paso. En la parte superior de
la escalera había un velo negro también custodiado por una presencia que
no me impidió el paso. Al entrar vi a unas mujeres vestidas de religiosas,
con un hábito. Eran muy gordas y robustas. Custodiaban en formación a los
que se hallaban presidiendo en el centro del altar, que no era altar, pues
no había dentro del lugar ni una imagen, ni una cruz, ni mesa, ni nada,
excepto unas paredes desnudas y frías en una estructura rectangular a dos
niveles con unas 500 sillas en la parte inferior del teatro, que estaba un
metro abajo del lugar donde se encontraban los hombres y mujeres de edad y
dinero. Las mujeres hablaban con uno que parecía un ministro de Dios, pero
que no lo era. Este antipastor se acercó a mí nada más verme.
Discutí con él sobre su obra malvada.
Interpreto este sueño como lo que me sucedió cuando los
"hermanos evangélicos" de la secta me ungieron como uno de ellos – pastor
– y cuando conocí a los dirigentes en verdad. La gente de las sectas no
era mala, eran hombres y mujeres que tenían comezón por oír la verdad y la
mayoría había recibido la llamada de Dios. Pero los dirigentes son lobos
que han hecho de la religión (simbolizada en las religiosas del sueño) una
fuente de ganancia, donde llenan sus vientres y abusan de las pobres
ovejas del Señor que llegan a ellos cautivadas por sus tenaces y dulces
palabras, con las que apresan a sus víctimas. Son lobos que apresan al
rebaño de Dios y les prometen libertad de culpas y pecados a cambio de
diezmos e impuestos, donaciones y despojo de las heredades de las viudas y
los huérfanos, para construir lo que ellos llaman la obra de Dios.
Sin embargo esa "obra" tiene como fin el despojar a la gente de su primera
fe y amor, llenarlos de culpabilidad, cargarlos con donaciones exhaustivas
y, por si fuera poco, abusan con violencia (también sexual) de los y las
seminaristas, practicando e incitando a practicar toda suerte de
obscenidades. Son hombres cegados por la maldad y el placer del poder,
sólo buscan aumentar la grey para aumentar sus ingresos, e incluso algunos
de ellos usando el nombre de Dios, desean los gobiernos de las naciones,
como Jorge Elías Serrano. Este hombre, al que llegué a conocer, era el
profeta de la secta, y Otoniel Ríos Paredes, su apóstol, o
papa. Su congregación se extendía a México y California, que yo conozca.
En Guatemala tienen muchos adeptos.
Su organización está formada por muchos apóstoles que
cubren en autoridad a las demás "diócesis" a nivel internacional. Utilizan
las técnicas de Wach Man Nee, un chino que difunde el evangelio en forma
de células independientes, pero tributando a una central y con reuniones
generales de 5 o 10 mil gentes. Basan su proceder en la afirmación que son
la Iglesia oculta de Dios, escondida entre todas las naciones, que
ha renacido con el restablecimiento de Israel como nación, y en la
restauración del culto de Esdras y Nehemías, que fueron, para ellos, una
profecía de la vocación actual de su congregación. Se autodenominan La
Iglesia de Cristo. Son de talante carismático -diría que
neopentecostal-, anti-católicos, anti-españoles, pro-americanos,
pro-judíos y sobre todo, anti-marianos. Dentro de ellos existen campañas
de desacreditación en contra de la Iglesia Católica, a la que denominan la
Gran Ramera Babilonia, con publicaciones horribles y blasfemas. La
destrucción de las imágenes y lugares u objetos de culto católicos,
comenzando desde el seno familiar, es incentivada con cautela por sus
dirigentes. De igual forma, y muy en serio, proclaman que El Rey de España
es el anticristo, usurpador del trono de Jerusalén, y que Europa es el
reinado diabólico desde la Unión Europea, donde el anticristo impondrá su
reinado de 7 años de terror y persecución. Proclaman que la Iglesia
Católica de vocación comunista y anticristiana se encargará, aliada con
China, de destruir a Israel.
Su Jerarquía de mayor a menor es: apóstoles,
profetas, evangelistas, pastores y maestros. La ejercen como si fuesen
dioses en medio de la grey y son reverenciados por muchos adeptos como
tales. Se rigen -según ellos- bajo el Primer Concilio de Jerusalén.
Su delegado apostólico en México era en 1985 Alejandro Carrión, y Cristian
Gómez maestro del Instituto Teológico de Investigación, financiado
desde los Estados Unidos con material didáctico. Uno de sus pastores era
Guillermo Quero, ex empleado de telefónica y líder sindicalista.
A estas gentes que conocí se les puede aplicar aquella
parábola del Señor que habla del administrador infiel que sabía que su amo
le iba a echar. De hecho se dedican a rebajar las deudas de los que deben
a su amo, diciéndoles que no es pecado el adulterio, ni el aborto, y
consintiendo su práctica, llamando bueno a lo malo. El fin es captar
adeptos de entre los católicos, que ven reducidos sus pecados, e inclusive
son exentos de ellos como en los casos de adulterio. La verdad es que en
estos grupos la grey de Dios cae en sus manos y estos lobos no les libran
de nada, sino que les gravan con más esclavitudes. Cargándoles de culpa
les exprimen hasta el ultimo céntimo, y, por si fuera poco, les enseñan a
pelear entre hermanos y contra la familia, y a matar con la palabra.
Fomentan la división de los pueblos y con apoyos extranjeros de
grandes capitales enseñan a la gente a odiar, especialmente a la Iglesia
Católica y a todos aquellos que no se les acomodan o en quienes ven un
peligro a sus intereses. Y cuando finalmente estás en el núcleo duro, te
revelan sus secretos. Te dicen aquello de que España y Europa son el
futuro gobierno del anticristo, que el anticristo es el Rey de España,
llamando falso profeta al Papa y a Europa El Dragón, que
también refieren a China.
Más del 50% de los congresistas americanos son hoy en
día, según la revista Fortune, cristianos progresistas
protestantes. Las 24 horas del día y los 365 días del año hay un canal de
televisión con cobertura nacional completa en los Estados Unidos y con
difusión internacional vía satélite que opera en la línea anteriormente
mencionada. TBN (Trinity Broadcasting Network), con Paul and
Janeth Crouch. Viendo este canal de televisión y comprando sus libros
se puede constatar lo anteriormente mencionado. Las sectas son una trampa
mortal: puedes acabar, al final de tu incursión en ellas, pensando que en
verdad Jesucristo no resucitó, sino que fueron los discípulos los que
ocultaron el cuerpo. Pero lo por no es esto, lo peor es que puedes acabar
dejando de creer en Dios y volverte contra todos los que crean en Él o
cuanto sea objeto de culto. Todo empieza en un camino aparentemente
piadoso, cuyo final es, como dijo San Pablo, la manifestación del hombre
de la iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y levanta contra el
propio Dios, hasta sentarse en su templo y proclamarse Dios a sí mismo (2
Tes 2,3). El producto final de las sectas es la generación de este tipo de
individuos, como me consta.